lunes, 7 de diciembre de 2015

La mejor vuelta al mundo

Una de las películas que más me ha hecho disfrutar en los últimos tiempos no la he visto en el cine, ni en la televisión. Llegué a ella tras leer un libro improbable, La vuelta al mundo del Graf Zeppelin, de Léo Gerville-Réache, un reportaje recuperado por la editorial Macadán (2015) en el cual el periodista francés narraba ese azaroso viaje  para el diario Le Matin en 1929. 




El libro me supo a poco por su falta de fotografías, pues solo lo iluminan unas cuantas, aunque muy bellas, ilustraciones de Brian Cohen . Una racanería que ahora agradezco ya que, para compensarla, acudí a YouTube y encontré un magnífico documental de la BBC: Arround the Globe by Zeppelin. Está basado en los reportajes y el diario de la única mujer enrolada en el vuelo, la entonces famosa periodista inglesa Grace Margueritte Hay Drummond-Hay, conocida como Lady Drummond-Hay. El genio de la prensa popular W.R. Hearst (patrocinador del viaje) la contrató para que pusiera el “punto de vista femenino” en la primera circunnavegación aérea del globo por una nave de pasajeros.
 El Graf Zeppelin, en tierra, se movía por fuerza humana

En la hora y veintidós minutos que dura el documental me sumergí, gracias a las imágenes reales y a la palabras de lady Hay, en esa aventura que, por muy poco, logró esquivar un final trágico. Libro y documental se complementan a la perfección. En uno disfrutamos del punto de vista algo cínico del periodista curtido, en el otro, compartimos la emoción de una mujer que trata de cumplir con una tarea muy alejada de su trabajo habitual . Y bien que lo logró: con la publicación de su crónica del viaje por entregas los periódicos de Hearst reventaron rotativas. Gracias a esa doble imagen estereoscópica se generó una sensación de 3D que me permitió mezclarme con la veintena de afortunados viajeros y otros tantos aguerridos miembros de la tripulación de la nave y vivir su vida, mezcla de rutina, relaciones personales y constante resolución de problemas. No me cabe duda de que si pudiera elegir la forma de darle la vuelta al mundo, esta sería mi preferida a pesar de las incomodidades.
El salón/comedor/sala de juegos/despacho de trabajo, según las horas

Contemplar ese magnífico e inmenso animal sobrevolando ciudades como Nueva York, Berlín o Tokio y, asomado a su barquilla, ver pasar los rascacielos, los Urales, la taiga, un gulag, el océano imperturbable o las llanuras del Estados Unidos me produjo una sensación intensa y doblemente nostálgica. Por un lado, fue como recuperar esas lecturas infantiles que mezclaban a Julio Verne y las hazañas de los grandes exploradores y, con ellas, la mirada del niño que uno creía olvidada, no por culpa de los escritores, sino de uno mismo. Por otro, era volver por un momento a un mundo desaparecido que una vez estuvo en nuestro planeta.
El Graf Zeppelin recibido espectacularmente a su llegada a Nueva York donde concluyó la vuelta al mundo (luego siguió hasta su base de Friedrichshafen con otros pasajeros)

Quizás en otro universo paralelo aún se pueda viajar en dirigible. En el nuestro, Léo Gerville-Réache cubrió para su diario la Guerra Civil Española y, más tarde, cuando en 1940 el ejército alemán tomó París, desapareció sin que se volviera a saber nada de él. Lady Drummond-Hay se alejó definitivamente de la prensa femenina. Mientras seguía la II Guerra Mundial ella y el corresponsal de guerra alemán Karl von Wiegand, a quien se había unido tras conocerlo en el viaje del Graf Zeppelin, fueron capturados por el ejército japonés e internados en un campo de prisioneros de Filipinas. Me los imagino añorando la posibilidad de elevarse y escapar de allí en la acogedora panza de su querida ballena dirigible. Aunque fueron puestos en libertad en 1945, Margueritte había caído ya seriamente enferma y falleció poco después.
La periodista Margueritte Drummon-Hay saluda desde la barquilla del dirigible

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