lunes, 12 de octubre de 2015

Esas frases de manual

No sé si solo es un problema mío; quizás sea una tara propia, como la confesada incapacidad de Woody Allen de entender a los mimos. El caso es que yo no puedo tomarme en serio todas esas frases propias de manual de autoayuda o de obra de Paolo Coelho.
Por ejemplo, abro al azar y por primera vez el libro de un famoso especialista en autoayuda que algún incauto me regaló y leo: Cuando sea posible enfrentar un temor y superarlo ¡adelante! Si no es posible enfrentarlo y superarlo, hay que aprender a convivir con el temor, sin que por ello se resienta la autoestima. Estupendo. Me parecen dos recomendaciones de irreprochable lógica, aunque supongo que lo que un libro de autoayuda debería decirte es cómo lograrlo. Mas lo busco y no lo encuentro.
Y cuando oigo la malhadada frase “nunca renuncies a tus sueños”, enseguida pienso que es una enorme estupidez porque renunciar a los sueños es imposible, puesto que se trata de un proceso inconsciente. Y si por sueños entendemos deseos difíciles de conseguir, entonces creo que, según los casos, es un mal consejo. Si eres un quinceañero con granos, puedes desear con todas tus fuerzas casarte con Scarlett Johansson, pero sería mejor que emplearas esa energía en conquistar a alguna chica algo más accesible. Y si eres ciega, mejor no estudies oposiciones a controlador de tráfico aéreo, aunque desees mucho serlo.
Igualmente, cuando escucho a alguien eso de “si te esfuerzas, puedes conseguir lo que desees”, me imagino a mí mismo queriendo llegar a la NBA y me resulto patético. Dice Malcolm Gladwell, un tipo que me gusta porque piensa fuera de los cauces, que la excelencia está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a dedicarle entre 30.000 y 50.000 horas a esa actividad. Por una vez no estoy de acuerdo con él: conozco gente que no podría cantar bien aunque viviese lo suficiente para dedicarle 100.000 horas a ello, para martirio de sus allegados.
Pero, dejando aparte esas vocaciones imposibles, creo que un buen consejo sería este: Si te gusta algo y quieres triunfar en ello, tienes que estar dispuesto a dedicarle 30.000 horas de tu vida. Nada que objetar contra esa frase. Podemos incluso simplificarla para hacerla más a la moda y resumirla en un tuit: Nunca renuncies a tu sueño antes de haberle dedicado 30.000 horas.
Así expresada, me parece un consejo que le vendría bien, por ejemplo, a todos los que piensan que después de un taller de escritura de seis meses ya están preparados para escribir una gran novela. De hecho, muchos terminan el taller, emplean un año en escribir la novela y a continuación comienzan a torturar a sus amigos para que la lean y les confirmen cuán grande es. Su cabeza bulle de todos esos “nunca renuncies a tus sueños”, “puedes conseguir todo lo que te propongas”, etc. Y quizás por eso cuando les dices delicadamente la verdad, que es (en el 99% de los casos) un asco de novela y que deberían escribir cien cuentos y tres novelas cortas antes de dilapidar inútilmente tanto material y esfuerzo, suelen enfadarse. No todos, afortunadamente. Pero, repito, quizás es un problema mío con las frases de manual.

sábado, 3 de octubre de 2015

¿Escritor es igual a pensador?

Una buena amiga ha halagado mi ego en Facebook al compartir este blog y añadir que es un placer tener amigos que piensan. Me imagino que la frase completa es que piensan correctamente o con finura intelectual.
Yo no sé si la tengo, pero el asunto me lleva a preguntarme por la equivalencia entre escritor, pensador e intelectual. Resulta obvio que un ensayista ha de ser un buen pensador así que centrémonos en los escritores de ficción.
Me acuerdo ahora de una antigua entrevista a un gran actor inglés. El hombre decía estaba harto de que le hicieran preguntas complicadas de tipo social, político, económico, como si fuera un premio Nobel y tuviera las soluciones para el mundo.  Solamente era un actor y sus opiniones, explicaba, tenían tanto valor como las de cualquier persona, dado que no había estudiado ni se había preparado para ser un intelectual, sino solo como actor. Tenía toda la razón, pero el hecho de venir de un famoso proporcionaba a sus opiniones una proyección que no tienen las de cualquier persona.
¿Son los escritores de ficción igual que los actores o debemos esperar de ellos y ellas algo más? ¿Deben ser intelectuales? Hay mucha gente, incluidos algunos críticos y editores de la vieja escuela, que piensa que es deber del escritor intentar cambiar el mundo en un sentido social o político. Otros huyen de ese papel. Cuando se nos vino encima la crisis no quedaban ya en nuestra literatura rastros del realismo social de los cincuenta. Aunque hemos tenido momentos para el reflejo literario de una juventud que tenía a gala otros valores diferentes a los de sus padres, el libro como producto fundamentalmente de entretenimiento ha barrido a cualquier otra concepción de mismo. Naturalmente que sigue habiendo quien con sus libros intenta abrirnos los ojos a realidades sociales, me viene a la memoria Fernando San Basilio (Mi gran novela de La Vaguada), pero son excepciones.
Personalmente, pienso que depende del tipo de obra que produzca ese escritor. Para parir Un mundo feliz es necesario tener una cultura enciclopédica como la que recibió Huxley, rodeado de premios Nobel entre la familia y los amigos. Para escribir Diez  negritos, por no abandonar el Reino Unido, no hace falta tanto. Ambas obras son excelentes y reflejan un gran genio literario pero, probablemente, esperásemos más de Aldous que de Agatha Christie en una entrevista que quisiese descubrir la profundidad de su pensamiento.