No sé si
solo es un problema mío; quizás sea una tara propia, como la confesada incapacidad
de Woody Allen de entender a los mimos. El caso es que yo no puedo tomarme en
serio todas esas frases propias de manual de autoayuda o de obra de Paolo
Coelho.
Por ejemplo,
abro al azar y por primera vez el libro de un famoso especialista en autoayuda que
algún incauto me regaló y leo: Cuando sea
posible enfrentar un temor y superarlo ¡adelante! Si no es posible enfrentarlo y
superarlo, hay que aprender a convivir con el temor, sin que por ello se
resienta la autoestima. Estupendo. Me parecen dos recomendaciones de irreprochable
lógica, aunque supongo que lo que un libro de autoayuda debería decirte es cómo
lograrlo. Mas lo busco y no lo encuentro.
Y cuando
oigo la malhadada frase “nunca renuncies a tus sueños”, enseguida pienso que es
una enorme estupidez porque renunciar a los sueños es imposible, puesto que se
trata de un proceso inconsciente. Y si por sueños entendemos deseos difíciles
de conseguir, entonces creo que, según los casos, es un mal consejo. Si eres un
quinceañero con granos, puedes desear con todas tus fuerzas casarte con
Scarlett Johansson, pero sería mejor que emplearas esa energía en conquistar a alguna
chica algo más accesible. Y si eres ciega, mejor no estudies oposiciones a
controlador de tráfico aéreo, aunque desees mucho serlo.
Igualmente, cuando escucho a alguien eso de “si te esfuerzas, puedes conseguir lo que
desees”, me imagino a mí mismo queriendo llegar a la NBA y me resulto patético. Dice Malcolm Gladwell, un tipo que me gusta porque piensa fuera de
los cauces, que la excelencia está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a dedicarle entre 30.000 y 50.000 horas a esa actividad. Por una vez no estoy de
acuerdo con él: conozco gente que no podría cantar bien aunque viviese lo suficiente para dedicarle 100.000 horas a ello, para martirio de sus allegados.
Pero, dejando
aparte esas vocaciones imposibles, creo que un buen consejo sería este: Si te
gusta algo y quieres triunfar en ello, tienes que estar dispuesto a dedicarle
30.000 horas de tu vida. Nada que objetar contra esa frase. Podemos incluso simplificarla
para hacerla más a la moda y resumirla en un tuit: Nunca renuncies a tu sueño antes de haberle dedicado 30.000 horas.
Así
expresada, me parece un consejo que le vendría bien, por ejemplo, a todos los
que piensan que después de un taller de escritura de seis meses ya están
preparados para escribir una gran novela. De hecho, muchos terminan el taller, emplean un año en escribir la novela y a continuación comienzan a torturar a sus
amigos para que la lean y les confirmen cuán grande es. Su cabeza bulle de
todos esos “nunca renuncies a tus sueños”, “puedes conseguir todo lo que te
propongas”, etc. Y quizás por eso cuando les dices delicadamente la verdad, que
es (en el 99% de los casos) un asco de novela y que deberían escribir cien
cuentos y tres novelas cortas antes de dilapidar inútilmente tanto material y
esfuerzo, suelen enfadarse. No todos, afortunadamente. Pero,
repito, quizás es un problema mío con las frases de manual.